lunes, 23 de junio de 2008

La Peste

Siempre robando ojos
peinando diarios
tronando el índice
como diapositiva de realidad
de existencia,
hasta aquí
en otro lenguaje

las prisiones,
de las apuestas de lo necesario
de lo no circunstancial
de lo réprobo
otra culpa exigua,
chascando latidos inadmisibles
roncos
pesados

Ordenado es el sueño:
-de meretriz hermosa-
llana,
oreada al labial de sin besos
imaginada cálida Odessa,
un puntapié de agujas
donde el despertar no acopia desiertos,
sino un sin fin de rostros,
que se van yendo
acordonando pies
a una alfombra de cretona,
que los deja
en “un regreso suspendido”

y el ojo sardo,
observa
se dilata nadas,
en un manjar
que apetece el pago
ágil

Este sueño dura la corteza
de una semilla de margarita,
de un anudado pétalo que huele mal

hay siempre una sordera,
luego un zumbido,
luego las formas
cada una en dactilares,






el piso helado
que vomita el nombre
longitud caída en un sopor
dureza bajo una ronca ventana degollada
al ruido prenatal de un suspiro
a la extensión de alambre

lloran de invierno
pájaros en fábula
que no alumbran
el había una vez

creerá él
que es la tristeza

regar la maceta
gime el bochorno apetecible
de crecer tierra
en buen augurio

a la sombra de un sopor de crisálida
esperaré
aun cuando llamen a mi lunfardo
peste cotidiana




Yamila M.

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