Al hermano que perdimos Nicolás V.
Su aspecto era el de un Fito Páez de provincias, de cabotaje. Flaco, fané y descangayado[1].
Ocupaba el desdichado un rincón del Centro Cultural América libre. Unos precarios estantes llenos de libros formaban lo que con gran optimismo llamaban biblioteca Paulo Freire.
Por causas que se desconocen, tal vez el calentamiento global, un experimento nefasto en el CERN, acumulación de ceniza volcánica del Chaitén o de excrementos de palomas en el techo del centro cultural, o señales de cielo que anuncian la segunda venida de Hristo Stoichkov; la cuestión es que esos estantes pletóricos de saber implotaron hacia adentro sepultando al infortunado que feneció cuando estaba rodeado de cultura por primera vez.
[1] Tiene algo que ver con la calle ex-Cangallo
Gustavo, viking mirad BLOG de La Cocuzza y página de delapalabra
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